martes, febrero 19, 2008

Odio , Amo , los tartamudos


LOS AMO
Amo a los tartamudos porque yo soy uno de ellos y, ya sabe, hay que ser solidarios con el gremio. Porque me gusta repetir palabras bonitas. Porque mi problema me ha permitido conocer a homeópatas, hipnólogos, psicólogos, musicólogos, masajistas, acupunturistas, logopedas y demás familia de “remediólogos”. Porque me pasé varios meses metiéndome todos los días a oscuras en una especie de caja de madera porque decían que eso iba a ayudar a mi respiración y ahora me parece muy chistoso. Porque me río de mi mismo hasta en las conversaciones por teléfono: “oye, se te escucha entrecortado”, dicen a veces los amigos cuando hay mala cobertura; “es que soy tartamudo, hijo de puta”, les contesto. Porque he hecho correr el rumor de que los tartamudos somos multiorgásmicos y me divierto mucho con las reacciones –y no seré yo quien lo corrobore o lo desmienta–. Porque gracias a mi tartamudeo he podido descubrir que mi lengua es muy traviesa, lo que a efectos prácticos tiene muchas utilidades. Porque en el mundo de los “mal hablados”, claro está, el “tartaja” es el rey.
Amo a los tartamudos porque generalmente no tartamudean cuando cantan, lo que para muchos es como hacer magia –la explicación científica está en que para cantar se usa un hemisferio del cerebro diferente que para hablar–. Amo a aquellos tartamudos que se han hecho fuertes con su problema –usando la tartamudez como catapulta y no como ancla–. Amo la tartamudez porque la crónica apenas se da en las mujeres –por lo menos, quién sabe por qué, alguien salvo a las féminas de semejante estigma–. Amo a los tartamudos porque son como esas excepciones que confirman la regla –y eso les hace únicos de alguna manera–. Amo a los tartamudos que han decidido ser actores, cantantes, periodistas… o cualquier otra profesión que les mantenga en un contacto permanente con el público y la gente de a pie. Los amo porque suelen saber escuchar mejor que el resto. Pero también amo a los que no se callan y se defienden cuando les insultan, cuando les faltan al respeto o cuando no les dan ni voz ni voto.
Amo a aquellos tartamudos que no tienen vergüenza y a los que son un poquito sinvergüenzas –yo me identifico más con estos últimos–. Los amo porque no han hecho de su tartamudez una burbuja, sino que la han transformado en una forma diferente de comunicarse con el mundo. Porque son tartamudos con honra, y es que un tartamudo sin honra es como un rey sin cetro ni espada. Amo a los tartamudos porque no hay dos tartamudos iguales, así como no hay dos tartamudeces parecidas –cada tartamudez es un misterio en sí misma–. Porque han aprendido a apreciar el valor de cada sílaba y para ellos cada palabra es como una vida. Porque cuando tienen que pronunciar me recuerdan mucho a Jesucristo –pasión, muerte y resurrección–. Porque leen en silencio más rápido que en voz alta –¡Qué viva la lectura con silenciador!–. Porque suelen poseer un sexto sentido para leer entre líneas en el corazón de las personas. Por-por-que sin tar-tar-tamudez quizá no se-sería el mismo.
LOS ODIO
Odio a los tartamudos como yo porque se nos repite hasta la sopa. Odios a aquellos que buscan dar pena para sentirse mejor con ellos mismos. Odio a los tartamudos porque, según las últimas investigaciones, segregamos una sustancia de nuestro cuerpo en demasía, y ése es uno de los orígenes de nuestro problema –es decir, estamos como dopados todo el día–. Los odio porque son nerviosos por naturaleza. Odio la tartamudez cuando, por ella, me cofunden con un gringo –¡Carajo!, que soy tartamudo y no extranjero, y a mucha honra–. Odio a los tartamudos que se sumergen en sus silencios y no son capaces de dar la contra cuando no están de acuerdo con algo. Odio a los tartamudos porque cuando comenzamos a hablar tenemos la esperanza siempre de hacerlo de corrido –ubiquémonos, muchachos–. Los odio cuando me pongo a conversar con otros tartamudos, porque ellos son mi espejo y, de alguna manera, mi alter ego. Y es que realmente no soporto escuchar a otro tartamudo –con los ciegos yo sé que no pasa lo mismo, pero es que ellos no tienen que verse–.
Odio ser tartamudo cuando me cuelgan el teléfono sólo por eso –pero, pese a todo, jodo y jodo hasta que me contestan e incluso soy capaz de putearle al que está al otro lado de la línea–. Cuando se me hinchan las venas del cuello, comienzo a sudar y ni así salen las palabras. Cuando creen que me faltan neuronas o que pienso con la misma falta de fluidez con la que hablo. Cuando me entrevistan para alguna radio. Cuando tardo más en pedir la comida que los meseros en servírmela. Cuando, por unos segundos, me convierto en el centro de atención de todo el mundo, hasta que todo el mundo se olvida de mí. Cuando mi lengua se pone insoportable. Cuando me miran igual que a un mono de feria. Cuando me convierto en monosílabo. Cuando comparo la tartamudez con el sexo –respiración entrecortada, jadeos y descanso luego del esfuerzo–, que podrían ser lo mismo, pero no lo son –ya quisiera yo tener un orgamos tras pronunciar cada palabra–. Cuando prefiero el martirio de la escritura que el placer de una buena charla. Cuando tengo que repetir tres veces la dirección al taxi.
Odio la tartamudez cuando doy la impresión a mi interlocutor de ser un retrasado mental y cuando el que me escucha está “pidiendo la hora”, como los aficionados al árbitro en un campo de fútbol. Odio la tartamudez porque es una falacia eso de que, como el buen vino, el tartamudo mejora con los años –al menos, no en los casos de tartamudez crónica, donde priman los altibajos–. Porque los médicos no han sido capaces hasta ahora de dar con un remedio eficaz y universal contra ella. Porque algunos te hablan más alto pensando que además de tartamudo eres sordo –si es que hay gente para todo en la viña del Señor–. Porque la tartamudez es una cruz y, como pasa con todas las cruces, hay que cargarla. Porque me ha cerrado algunas puertas profesionales –jamás me imaginaría, por ejemplo, como locutor de radio–. Porque estoy tan acostumbrado a ella que he llegado a amarla, y es que, para masoquista, uno.
Pedazo texto escrito por el periodista Álex Ayala Ugarte, extraído del blog Ayala chronicles S.A., donde hallareis escritos sobre temas diversos, visitarla, es buenesima. Gracias por el permiso Álex.

martes, febrero 12, 2008

No me toques los Huevos


Alejandro Jodorowsky escritor y no sé cuantas cosas más dice que cura la tartamudez . Este hombre es el inventor de algo denominado la psicomagia. ¿cómo la cura? Según dice la tartamudez es una reacción contra un padre tóxico, para solucionarlo que un hombre heterosexual, de preferencia que haya engendrado hijos, con fuerza espiritual, que admires, te tome el pene y los testículos en su mano derecha y te transmita su poder mientras tú recitas un poema. Eso te curará. Esto fue lo que contestó en una página web a esta pregunta .Hola Alejandro:Tengo 29 años. Llevo arrastrando la tartamudez desde mi infancia. He sufrido mucho, he sentido frustración y rabia. En muchas ocasiones tengo discursos muy fluidos pero en otras la respiración se me paraliza, estiro el sonido y no consigo sacar la palabra bloqueada. Si lo consigo, los nervios de la situación me llevan a bloquearme en una nueva palabra. Tartamudear es producto de un mecanismo psicológico que no consigo descifrar del todo. Soy psicólogo y, paradójicamente, conocer las circunstancias de mi infancia no ha servido de mucho. Te servirá, tal vez, si te digo que mi padre ha intentado hacer por mi siempre lo mejor, pero con un temperamento muy fuerte. No le gustó nunca que le llevará la contraria. Generalmente mi tartamudez se acrecienta cuando está él presente, al igual que con mi hermano (1 año mayor). Con las mujeres casi no tartamudeo. Las figuras paternales me suelen atemorizar, sobre todo si siento que me observan mucho. Con mi padre he sentido miedo en muchos casos. No me pegó pero sabía impresionarme. Mi madre murió cuando yo tenía 15 años (de cáncer). Por lo único que hice sufrir a mis padres (que yo recuerde) es por ser muy mal estudiante. Termine la carrera hace poco con 28 años.
¿Se te ocurre alguna manera para que pueda romper mis defensas y hablar sin temores, ni bloqueos? Mi excesiva autocrítica también ha perjudicado esta situación.
En otro foro se puede leer:
Bueno, ocurre que hace un par de años me encontre con la bibliografia de Alejandro Jodorowsky y la verdad me gusto mucho.. Sé que la bibligrafía es más extensa, pero hasta el momento sólo he leido esos dos libros. En verdad la propuesta de Jodorowsky es revolionaria, no tan sólo en el ámbito de la curación, sino también en la relación entre el ser humano y el mundo. Esta visión está muy cercana a lo que algunos poetas han señalado como el "habitar poetico en el mundo". Ahora bien, yo sufro desde niño de una tartamudez. Cuando niño era más aguda, más complicada, pero con el correr de los años me fue tranquilizando de a poco y ahora se podría decir que casí no se nota. En la actualidad el problema se agudiza cuando tengo que hablar bajo presión y frente a un publico numeroso, también esta anomalía se agrava cada ves que tengo que hablar con mi padre. Él siempre me ha causado temor. Incluso ahora que ya tengo mas de 23 años, su presencia me atemoriza. Debido a este problema visité hace un par de meses a Gabriela, la discípula de Jodorowsky en Chile, con el afan de curarme. Ella analizó mi árbol genealógico y me al final de la consulta me recetó un acto sicomagico. El acto sicomagico consistía en llevar por dos días unas orejas grandes como audífonos que debía fabricar con una masa parecida a la greda pero más blanda, luego encontrar un padre metafórico, pedirle que me quitara estas orejas, que me pintara mi apellido en el pecho con pintura dorada, que me agarrara los testículos y el pene con la mano derecha y me infundiera en ellos la fuerza viril, y por último, pintarme los testículos de rojo. Debía estar dos días con los testículos rojos. Como padre metafórico elegí a mi primo. Él posee mucha confianza en sí mismo y fuerza viril. Mi primo acepto muy gentilmente. recordar. Al tercer día fuí a la casa de mi padre metafórico a realizar el acto. Lo realizamos tal cual se me habia indicado y no resultó. Me sentí muy mal. Maldije al mundo entero, a Dios, a mis padres, a mi persona, mientras iba caminando a la casa de mi novia. El acto sicomagico no había resultado. Yo sigo creyendo que la sicomagico es muy importante y que prontamente volveré a la carga con el mismo acto sicomagico, perfeccionándolo. Jodorowsky sano a un joven que tartamudeaba en unos pocos minutos, eso sí, Jodorowsky sabe como someter al inconsciente y encausar un acto sicomagico. Algún día Jodorowsky va a ser mi padre metafórico. Bueno, desde aquí un abrazo.
Y leído lo leído por favor no dejéis de leer La CURA MAGICA del blog Tartamudez y la Medicina.
Podéis visualizar un vídeo del Hijo de Alejandro , Cristóbal JODOROWSKY , donde en el FNAC de Barcelona el 5-10-2007 , hizo el presunto acto, y me pregunto como un sitio con el fnac se puede prestar a esto. Resumiendo , no me toques los huevos, y que no os los toquen ....al menos para esto. Cuidado con la desesperación , es muy mala consejera, que nadie se aproveche de ella.

miércoles, febrero 06, 2008

Batido

Hace poco más de un año aproximadamente se creó en Arroyo de la Luz, ayuntamiento de España la primera oficina de atención a la tartamudez , pues la han cerrado , no existe, es historia ,el ayuntamiento prescinde de ella, señores políticos un poquito de continuidad. En el Post Cazador Periodista hablaba de un político mexicano Jesús Nader que se presentaba a la alcaldía de la ciudad de Tampico , pues no ha podido conseguir su objetivo ser la primera autoridad de la ciudad. Y para terminar un guiño al estilo Félix , hobby tartamudez, no sé si es una cosa habitual , pero el contestador telefónico de un amigo, me permite poder escuchar y modificar la grabación que le dejo , la escuchas , no estas de acuerdo te dice la voz máquina , no , y grabas otra vez con lo cual un contestador telefónico, se puede reconvertir en una herramienta para ensayar, diseñar y modificar distintas formas de expresarse. No ser Caperucita Roja ,cuidado con el lobo, que se puede disfrazar de dulce abuelita.