domingo, octubre 16, 2011

Auto-ayuda

 Peter Kropotkin defendía que el impulso de los logros humanos y el progreso ético se basan en el apoyo mutuo, no en la lucha mutua, la cooperación y la ayuda mutua son los mecanismos básicos que capacitan a la sociedad humana para su supervivencia y desarrollo.
El grupo de autoayuda proporciona  la oportunidad de conversar con alguien que entiende la aflicción, frustración y la soledad que puede llegar a originar la tartamudez. Puede resultar vital para algunas personas pasar esta fase de comunicación y compartir una experiencia angustiante para llegar a adaptarse a ella, antes de ser capaces de dedicar el esfuerzo personal necesario para enfrentarse en soledad a su problema de habla.(si es esa su opción personal)
A partir de las primeras conversaciones en el grupo, los participantes descubren lo que siempre pensaron, pero no confirmaron antes del ingreso en el grupo: que la tartamudez era algo más que un patrón de habla. Las personas que tartamudean magnifican  sus experiencias antes de conocer a otros compañeros.
No todas las personas que tartamudean aceptan su condición: abandonan el grupo  con cualquier excusa,    por anhelar de no vivir en función de la propia afectación  , por no ser identificados sobre la base de ésta o  de querer  rodearse de relaciones que representen lo contrario a la tartamudez. Estos participantes buscan fluidez o técnicas eficaces para ganar fluidez en los grupos de autoayuda, sin interesarles las bondades del grupo, como por ejemplo, la reconstrucción de la identidad tartamuda .Muy a  menudo, los novatos esperan encontrar en el grupo la varita mágica de la fluidez. Cuando se dan cuenta de que no hay solución al problema después de un periodo breve de encuentros en el grupo, se marchan. Apostillamos que no hay que olvidar que el secreto de la supervivencia reside en la cooperación y en la ayuda mutua, esa es la esencia del grupo de autoayuda. Las personas tartamudas  han interiorizado la respuesta social de desaprobación o repulsa a la tartamudez, despreciando la condición o identidad tartamuda de sí mismos. Los tres sentimientos que surcan la realidad subjetiva de la persona que tartamudea, vergüenza, culpa y miedo, le arrojan involuntariamente a una vida periférica, aislada y clandestina, evidenciando un conflicto relacional con los fluidos. La persona tartamuda odia su tartamudez porque se siente culpable, avergonzada y miedosa de las consecuencias sociales de su habla. Aborreciendo y odiando su tartamudez, ¿qué podría buscar en un grupo de personas tartamudas?. El grupo de autoayuda de personas tartamudas ¿no se convertirá en  un espejo que devuelva una imagen aumentativa  de vergüenza, miedo y culpa?.
El estereotipo social indigno asociado a la persona tartamuda contribuye aún más al rechazo a su identidad negada u ocultada. Las personas tartamudas  que no acuden al grupo, rechazan, silencian u ocultan su segunda identidad, la identidad impuesta o identidad para otros. Acudir a un grupo de autoayuda supone reconocer en el grupo la condición tartamuda, la identidad para otros, en detrimento de la fluida, la identidad para sí. El ingreso en un grupo requiere ser capaz de mirar a los ojos a la identidad que más avergüenza. La inflación de la identidad para sí, la identidad fluida, impide el reconocimiento de la identidad para otros; la ansiada búsqueda de la fluidez impide la presencia o continuación de la mayoría de los tartamudos en los grupos de autoayuda. La identidad social ofrece al participante la oportunidad de pertenecer a un grupo social, colchón afectivo siempre disponible para épocas más turbulentas y críticas. Las personas tartamudas ausentes ignoran las bondades del sentimiento de pertenencia grupal, interpretando su problema únicamente desde el punto de vista fluido, distanciándose de sí mismo; desconociendo otras posibilidades de cercanía o aproximación a sí mismo. Reconocerse como persona que tartamudea en el grupo requiere casi siempre esfuerzo , coraje  y a veces ayuda de los compañeros más veteranos. Reconocerse como persona tartamuda en el grupo es un momento decisivo del reconocimiento de la identidad tartamuda, que no todos los participantes alcanzan, abandonando el grupo antes de tan crítico momento. El miedo, la huida, la inhibición y el encierro dentro de sí mismo impiden la actitud abierta que requiere el ingreso en un grupo.
El grupo de autoayuda potencia la autonomía del sujeto para dirigir su vida, sin que suponga costes económicos para la comunidad ni para los integrantes del grupo, siendo una alternativa viable al modelo asistencial tradicional promoviendo  la solidaridad para conseguir auténticos contextos de desarrollo personal y comunitario. Acudir a consulta clínica no implica reconocerse como persona tartamuda  sino como enfermo, asunto bien distinto. No supone admitir una nueva identidad, con las consecuencias que ello implica, sino todo lo contrario: refuerza la identidad fluida, aunque manchada de extraños y patógenos elementos, susceptibles de extinción o extracción. Aceptarse como persona que  tartamudea  implica admitir una característica propia, inmanente al sujeto, de imposible extracción o extinción. Sin embargo, estar enfermo o afectado de una patología lingüística es un suceso externo, accidental, como quien se contagia de un virus.
La asistencia al grupo de autoayuda reporta un feedback de normalidad a la tartamudez e introduce comprensión al fenómeno de tartamudear, principales beneficios terapéuticos de la interacción grupal. Gracias a la respuesta del grupo, la persona tartamuda descubre que las consecuencias sociales de la tartamudez dependen del contexto y no de la tartamudez en sí misma, desdramatizándolas. Las consecuencias sociales del habla tartamuda hacen que la persona que  tartamudea  se sienta culpable y se avergüence de sí mismo y de su tartamudez. Mediante la liberación o descarga de emociones o sentimientos, el individuo se hace dueño de sí mismo, logrando cicatrizar heridas abiertas y reconciliándose con el mundo. Las conversaciones catárticas dentro del grupo contribuyen decisivamente a que el individuo acepte, al menos parcialmente, pensamientos y sentimientos indeseables, asociadas a su tartamudez. La eficacia del grupo de autoayuda reside en la aceptación identitaria de la tartamudez y en la reducción de pensamientos y sentimientos dolorosos; procesos que reducen el conflicto con el exterior. Pensamientos y sentimientos que hasta antes de participar en el grupo, permanecían enquistados en las profundidades de la estructura mental del afectado, sacudiendo y paralizando su vida social
Conocer a otras personas que tartamudean reconforta porque supone normalidad: las experiencias únicas desaparecen. La tartamudez, inseparable durante tantos años, se hace humana, visible e incluso domesticable.
Exigir no sufrir o tener que sentirse bien para poder vivir no se ajusta a lo que la vida realmente ofrece, en tanto que el malestar psicológico es parte consustancial de la vida, y acogerse a la búsqueda de la evitación del sufrimiento como el único objetivo en la vida es una elección restrictiva que puede resultar destructiva. El sufrimiento es un ingrediente más de la existencia y su evitación constante es contraproducente. Salvo excepciones, debemos saber  aceptar y domesticar  la parte de sufrimiento que la vida significa.
Los sentimientos de vergüenza, culpabilidad y miedo están muy presentes es el participante novato. El grupo facilita que el participante sea consciente de su capacidad de control y reducción de la aparición de estos pensamientos, gracias a la normalidad y comprensión que los miembros del grupo aportan. A medida que la persona tartamuda aumenta sus posibilidades de control, mejora lo que piensa de sí mismo, accediendo al caudal interno de energía; caudal inductor del control y reducción de futuros pensamientos corrosivos y así sucesivamente.
            Experimentar vergüenza repetidamente invita al encierro dentro de sí mismo. evitando el encuentro social. La literatura al uso denomina este fenómeno evitación característica esencial de la vida social de las personas que tartamudean . El estado afectivo de la vergüenza motiva una respuesta de huida, probablemente porque proporciona un sentido de la exposición dolorosa a una audiencia real o imaginada. El ingreso en el grupo supone un cambio actitudinal en todos los ámbitos de la vida del sujeto, sucediendo a una edad en la que la autonomía moral se consolida, dejando atrás épocas más dependientes del juicio externo y, por tanto, de la vergüenza. Los compañeros de grupo aportan la fuerza necesaria para imponerse a este sentimiento tan destructor:
Aunque puntualmente sienta vergüenza, la persona tartamuda  ya no se encierra en sí mismo: tolera sentimientos adversos que no tienen la intensidad de antaño. La vergüenza hiere en soledad. Compartir este sentimiento es un ejercicio de comunicación y comprensión social, evitando males mayores, siempre presentes. Cuanto mayor es la apertura y comunicación social, más se reduce la vergüenza.
 Todas las personas que tartamudeamos   conocemos o hemos oído  hablar de alguien que se curó o que lo superó; hecho que alimenta el sueño de la fluidez. La duda carcome. ¿Por qué no puedo ser uno de los curados? ¿Será que no he hecho todo lo posible por curarme? ¿o será por no conocer la terapia más eficaz?. La incesante búsqueda de terapias salvadoras es una de las consecuencias más evidentes y visibles de la culpa.
El ingreso en el grupo desculpabiliza: conocer a otros tartamudos que no se han curado alivia el sufrimiento de la culpa. En términos coloquiales, ingresar en el grupo supone quitarse un peso de encima, reducir la pesadumbre, amortiguar la culpabilidad. La participación en el grupo reduce el conflicto de la persona que tartamudea con el exterior, reduciendo la intensidad de sentimientos que en ocasiones lo  expulsan  a una vida social indeseada.
A consecuencia del miedo y del miedo al miedo, la persona tartamuda desarrolla estrategias inmediatas y eficaces de evitación, que puntualmente le apartan del sufrimiento y del miedo, pero que pronto se convierten en un modus vivendi.. La persona tartamuda  pasa de evitaciones puntuales a un modo de vida caracterizado por la evitación del contacto social; impulsado por el miedo a zozobrar en la vida social.
La llave más importante para aprender a hacer esto es la actitud abierta: sacando más la parte sumergida del iceberg, siendo tu mismo, no luchar contra cada bloqueo, mirar a los ojos de tu interlocutor con calma, nunca abandonar intentos de hablar cuando has empezado, nunca evitar palabras o escabullirte de las situaciones, tomando la iniciativa del habla aunque tartamudees mucho. Todo esto es fundamental para cualquier recuperación de la tartamudez. el miedo es el sentimiento más visible de las personas tartamudas, constituyendo una de las características más frecuentes del estereotipo del fluido: se percibe al tartamudo como miedoso o con miedo a hablar.
Al margen del debate teórico acerca de la relevancia del miedo como factor causante, condicionante o determinante de la tartamudez, la mayoría de las personas tartamudas  tienen miedo a hablar, dadas las consecuencias sociales que su habla despierta. Se utiliza indistintamente miedo a hablar o miedo a la tartamudez, porque el miedo de las personas tartamudas  siempre es a hablar en público, conditio sine qua non para que el patrón de habla sea tartamudo. Efectivamente el miedo social de las personas tartamudas  se diferencia de los fluidos, pero no de los fluidos tímidos o muy tímidos.
              El grupo de autoayuda facilita hablar o tartamudear más tranquilamente, La participación en el grupo posibilita evitar evitar. Aceptar la tartamudez es como aceptar otra circunstancia tuya; requiriendo paciencia y disciplina porque la aceptación de la tartamudez dura toda la vida. Las consecuencias sociales tan nefastas de la tartamudez, la herida de la diferencia, se han interiorizado profundamente, enraizándose en el carácter de la persona tartamuda. El miedo está dentro, dificultando su aceptación.
La mayoría del texto es un resumen que he  extraído con fines didacticos no comerciales de una parte de la tesis doctoral de Cristobal Loriente "La Tartamudez como fenómeno sociocultural: una alternativa al proceso biomédico".

La imagen que dejo es una imagen repetida sobre el 22 de Octubre , día Intenacional de la divulgación de la Tartamudez. Os dejo un post antiguo donde leer un poco sobre el tema.